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Renato Guevara-Ayón
interés por realizar estudios sobre la incorporación de las tecnologías en dife-
rentes ámbitos de la vida social ha aumentado. La educación no ha estado exen-
ta de este proceso y la incorporación de las TIC dentro del sistema educativo
constituye un fenómeno de estudio importante. Para Area (2005), las primeras
investigaciones sobre el tema se enfocaron en estudios de corte experimental
y enfocados en los resultados que traía las tecnologías en la educación (p.e.,
notas, calicaciones, competencias, etc.). En los últimos años, la producción
cientíca se ha centrado en los usos y las percepciones que diferentes actores
(alumnos/as, docentes y padres) poseen sobre estas herramientas dentro del
entorno educativo (Area, 2005).
En el ámbito internacional, existe una cantidad considerable de estudios
sobre el acercamiento de los estudiantes a las tecnologías, como los usos que
les dan a Internet (Trinidad y Zlachesvsky, 2013; Basile y Linne, 2013), a las
computadoras (Area, 2010; Cussó, 2014; Cussó-Calabuig et al., 2017) y a las
tablets (Buendía García et al., 2016), con distintos resultados, de acuerdo con
el contexto aplicado. De manera más reciente, han surgido investigaciones que
resaltan las diferencias de género en el uso de estos dispositivos (Gargallo-Cas-
tel, Esteban-Salvador y Pérez-Sanz, 2010; Cussó 2014; Morris y Trushell, 2014;
Pechtelidis, Kosma y Chronaki, 2015).
Si bien algunas de estas investigaciones dan cuenta de una reducción de
la brecha de género (Schaumburg, 2001) o —en todo caso— la falta de di-
ferenciación del uso por género (Cussó, 2014), la tendencia apunta hacia la
existencia de diferencias (Morris y Trushell, 2014). Los estudios más recientes
de Castro Balsa y Trigo (2017), y Suana (2018) muestran resultados similares
en dos contextos diferenciados (España e Indonesia, respectivamente): aun-
que ambos mencionan que la brecha digital de género (gender gap) parece ser
superada, sobre todo en lo que respecta al acceso, persisten diferencias en los
tipos de usos. Por un lado, Castro Balsa y Trigo evidencian que las mujeres
emplean más las tecnologías para realizar trabajos escolares que los hombres
y usan procesadores de texto con mayor frecuencia, mientras que los hom-
bres tienden a usar procesadores numéricos (hojas de cálculo). Por otro, Suana
muestra que las mujeres emplean las tecnologías en mayor medida para cues-
tiones académicas (búsqueda de información sobre temas de física), mientras
que los hombres las utilizan más en el ámbito de entretenimiento (videos y
animaciones de física).
Asimismo, existen estudios que relacionan la forma como los estereotipos
de género moldean o pueden moldear las diferencias de uso de las TIC entre
hombres y mujeres (Pechtelidis, Kosma y Chronaki, 2015; Ferreira, 2017). En
ellos, se asocia al género masculino con un mayor conocimiento de las tecno-
logías y mayores habilidades tecnológicas, mientras que a las mujeres se las
asocia, en mayor medida, con el desarrollo de habilidades comunicativas (re-
des sociales, uso del celular, etc.) y con poco conocimiento sobre temas tecno-
lógicos. Una contribución de estas investigaciones es que evidencian que los
estereotipos son aceptados por ambos géneros.