I 63
educación intercultural bilingüe, privatización por defecto y desigualdad
del poder acumulado. En este escenario, la educación privada sin regulación
estaría acrecentando los problemas morales entre los awajún.
Me gustaría traer a colación la franca opinión de Isaías, activo líder awa-
jún del Alto Mayo, para quien la verdadera explicación detrás del “negocio de
la educación” remite a una estrategia tramada por el Estado a n de mantener a
los awajún en condiciones de profunda desventaja. Las palabras de Isaías llevan
a pensar en el recelo que poseen muchos indígenas peruanos hacia el Estado.
Como sostienen Santos y Barclay, “Las percepciones negativas que los Ashá-
ninka, Awajún y Wampis tienen de los blancos nacionales o foráneos, están, sin
duda, marcadas por su experiencia histórica con aquellos, plagada de instan-
cias de explotación, epidemias, despojo, matanzas y esclavitud” (2012, p. 38).
En particular, las relaciones entre el Estado y el pueblo awajún remiten
a un suceso trágico en la historia reciente. El 5 de junio del 2009 estalló el
conicto conocido como “Baguazo”
15
, el que, según cifras ociales, dejó 33
personas (23 policías y 10 civiles) fallecidas, un agente de la Policía Nacional
desaparecido, 7 procesos judiciales y ninguna acción contra los responsables
políticos, pero sí para los awajún y wampis.
Durante una de mis visitas al ISP público de Jaén, una docente experimen-
tada, quien labora en la institución con una especial dedicación hacia los es-
tudiantes indígenas, me propuso brindar una clase a los estudiantes-docentes.
Durante la rueda de presentación, uno de ellos pidió la palabra, se puso de pie
e increpó que el expresidente del Perú, Alan García, había insultado al pueblo
awajún aduciendo que eran “gente de segunda clase” y “perros”. Este hecho me
trajo a la mente el imborrable recuerdo de un grupo de unos diez niños y niñas
wampis del río Santiago, cuyas edades iban desde los cinco hasta los trece años.
Llevaban sus rostros cubiertos con polos y portaban palos de madera en posi-
ción vertical, simulando las lanzas que los awajún y wampis llevaban durante el
Baguazo. Mientras caminaban por una de las calles de la comunidad, iban gri-
tando en voz en cuello: “¡5 de junio, nos han matado!”, en referencia a la fecha
en la que ocurrió el enfrentamiento. Estos hechos revelan que el recuerdo del
conicto está presente entre los awajún y wampis, lo que alimentaría un senti-
miento que el Estado se ha propuesto exterminarlos (Santos y Barclay, 2012).
De este modo, se observa la “desconanza” de Isaías sobre la existencia de una
educación superior tramada por el Estado a n de perjudicar a su pueblo tenga
un innegable fundamento.
Al mismo tiempo, Isaías lleva a pensar en variaciones en las mentalidades
de los awajún sobre la educación formal. El acceso a la educación constituyó
el anhelo de amplios sectores populares y respondió al deseo de participar en
15. El origen del conicto se remonta al segundo gobierno de Alan García (2006-2011),
período en el que se suscribió un paquete de decretos legislativos que afectaban a
las tierras de las comunidades nativas bajo el pretexto que la aprobación de dichas
medidas era una condición para implementar el Tratado de Libre Comercio con los
Estados Unidos de América.